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miércoles, noviembre 06, 2013

UNA LECTURA DE EL EXTRANJERO, DE CAMUS

La lectura de El extranjero puede dejar todavía hoy perplejo a quien se acerque sin saber lo que va a encontrar en la obra de Camus. Cien años se cumplen ahora del nacimiento del autor en lengua francesa. Y su centenario no es precisamente una celebración cómoda para todos. Igual que otros mitos de la literatura del país vecino, la polémica puede con el escritor.

Si con Celine hubo problemas por las acusaciones de colaboracionismo y por la presencia de un fuerte antisemitismo en sus declaraciones, con Camus son su apoyo a las clases más bajas y su preocupación por la población de las colonias, sobre todo Argelia, lo que motiva que no sea un autor cómodo para el poder.

Para el lector tampoco lo es. Aunque su lectura es sencilla, descarnada, ausente de adjetivos y largas frases, ausente de todo lo que no sea esencialmente comunicativo e incluso ausente de emociones y pasiones, en el fondo Camus produce una sensación incómoda en el lector.

Esa sensación es la de estar enfrentándose a un lado de sí mismo que no le gusta. La de estar viendo un comportamiento humano en el que podría verse reflejado y que no deja de ser sumamente despiadado.

El extranjero, su obra más celebrada y la primera que le supuso el éxito, cuenta la historia de un hombre sin pasión. De un hombre sin sentimiento ni siquiera en el trance mayor de su vida. Un hombre que ve la vida carente de emoción. Apegado a cierto escepticismo. Y muy apegado a la verdad que es lo que finalmente trasmite la obra de Camus.

Similar incluso a los protagonistas de Baroja, con protagonistas que sin embargo se enfrentan a su desapasionamiento o a las formas narrativas de Azorín, con el que comparte cierto gusto por las frases cortas y comunicativas, Camus va más allá en la narración del nihilismo y de la nada. Nada hay en Mueursalt. Nada en sus palabras. Nada en sus sentimientos. Esa nada que aún puede encontrase dentro de nosostros mismos.



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