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jueves, septiembre 26, 2013

SOLO ANTE EL PELIGRO, NO SÓLO UN WESTERN

Aunque parezca un western, Solo ante el peligro es mucho más. Si la película ha resistido durante tanto tiempo los visionados de generaciones y generaciones de espectadores criados con cines de ritmos, texturas y argumentos distintos, es porque va mucho más allá de su género, lo trasciende convirtiéndose en mucho más que una película de vaqueros.

En principio el argumento es el mismo que el de cualquier otra cinta del oeste: unos bandidos vuelven al pueblo en el que fueron detenidos para vengarse de su sheriff. Este acaba de casarse y va a emprender el viaje de novios, pero decide quedarse para enfrentarse de nuevo a sus enemigos. Se enfrenta su destino sin remedio como lo haría un héroe clásico.

Pero ese argumento da un giro hacia lo psicológico, ya que nadie en el pueblo quiere ayudar al sheriff. Ninguno de sus amigos. Ninguno de los altos cargos del pueblo. Ninguno de todos los reunidos en la iglesia durante los actos religiosos. Todo un pueblo contra tres hombres. Y nadie quiere ayudar al sheriff.

La película trata del miedo y de la cobardía, de la soledad de un hombre que tiene que cumplir con su destino mientras los demás están demasiado asustados para hacer algo. Eso diferencia a los héroes de los cobardes, hacen lo que tienen que hacer. El conjunto del pueblo abandona a su héroe, a su representante y prefieren quedarse en casa esperando el resultado del duelo injusto a ayudar a su hombre.

Además, en un gran acierto de narración, el reloj se convierte en gran protagonista de la película. Está rodada casi en tiempo real. Los bandidos vienen. El tren llegará. Y las horas pasan en el reloj mientras las puertas se cierran para el héroe. El reloj marca el enfrentamiento y la soledad del héroe ante todos.

Al final el enfrentamiento tendrá lugar. El reloj hará sonar sus campanas. Y el héroe cumplirá con su destino, como no podría ser de otra forma. Y lo hará solo. Solo ante el peligro.



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