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domingo, julio 21, 2013

INSTINTOS BAJOS EN EL CENTRO COMERCIAL

He escapado a un centro comercial en busca de aire acondicionado. No es que haga mucho calor, pero ya tengo poca ropa limpia y si sudo la que me queda, no tendré ninguna para ir por la noche a un bar sin apestar a sudor. Y ya me cuesta que no me huyan las mujeres oliendo bien. A lo mejor, pienso, si huelo a sudor las pongo cachondas, pero no quiero arriesgarme, porque mi olor a sudor a mi me pone de los nervios.

El centro comercial es un lugar que excita mis más bajos sentidos. En todas las versiones posibles de la expresión bajos sentidos. Me pone cachondo con sus mujeres que pasan por las tiendas y con las dependientas super monas que llevan con estoicismo la ropa que los diseñadores de la tienda quieren vender. A ellas les queda bien, pero a las chicas normales no.

También excita mi instinto asesino. Comprendo a Herodes mejor que nunca cuando paso un rato en un centro comercial. Montones de niños ruidosos y molestos corren y gritan y chocan y te pisan y babean y tiran todo y no te dejan pensar, concentrarte o simplemente dormir. Los niños en el centro comercial son bestias en libertad que pueden hacer lo que quieren, menos robar en las tiendas.

Pero mi instinto asesino va más allá. La gente maleducada que tira la ropa por todas partes, que se cuela en tu probador y no pide disculpas, que te ronda en las estanterías que tú miras por saber qué miras tú y no por buscar nada.

Y sobre todo, mi instinto asesino se excita ante la simple visión de la gente que pasea por el centro comercial. Es una amalgama de mal gusto. Como un paseo marítimo de una ciudad de vacaciones. Pero peor. Escotes excesivos. Pantalones demasiado cortos para esas piernas tan celulíticas. Piercings absurdos. Tatuajes más absurdos todavía en pieles ahora firmes pero luego quemadas y después flácidas.

El dios del buen gusto murió del disgusto en un centro comercial. Peinados demasiado altos. Gomina por todas partes. Músculos de gimnasio y esteroides. Ropa demasiado corta. Cuerpos de si no te gusta no mires, que en realidad dan pena, porque si hubiera un mínimo que mirar, sería ocultado. Los resultados de tantas hamburguesas y chocolates y comida de bolsa, reluce en un centro comercial.

Yo vuelvo a casa pensando que estoy muy bien, que soy muy guapo, muy alto, muy listo. No tengo hijos que griten. No tengo tatuajes ni piercings. He pasado un día fresquito y no he gastado dinero. Me han subido la autoestima y además he ideado un nuevo monólogo para el espectáculo de verano. No puedo pedir más. Gracias mundo.  



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