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miércoles, mayo 29, 2013

NIEVE E INSULTOS

He pasado cierto tiempo sobrio y eso me ha hecho darme cuenta de las cosas que pasan a mi alrededor. La más importante son las palabras. He descubierto que las palabras ocultan muchas cosas.

Los esquimales tienen un sinfín de palabras para definir la nieve y sin embargo no tienen palabras para otras cosas. Eso significa no sólo que sepan mucho de nieve, sino que la nieve está presente en todas su conversaciones. Cada vez que dos esquimales se ven, se frotan la nariz y luego dicen cosas sobre la nieve: hoy es más blanca que ayer pero menos que mañana o la nieve es semipolvo occidental, cosa que suena a descripción de un alijo de coca hecha por un perito policial. Así que vivir en el polo con los esquimales tiene que ser aburrido de narices. Todo el rato mirando la nieve y diciendo cómo es. Y sin poder decir cosas más bonitas como tus dientes son perlas o quiero arrancarte la ropa.

En España, sin embargo, no tenemos casi palabras para la nieve. Sin embargo, tenemos un repertorio infinito de insultos. Lo que quiere decir evidentemente que nos pasamos los días y las horas y los minutos insultándonos. Los insultos en español no sólo son efectivos, sino que también son sonoros y creativos. Para destacar entre tanta variedad hay que hacerlo muy bien y muy distinto y aquí sabemos hacerlo.

También tenemos en España múltiples palabras para referirnos a los órganos sexuales y a las prácticas sexuales. Eso debería significar que estamos todo el día viendo órganos sexuales y realizando prácticas sexuales. Pero no es así. Lo único que significa es que hablamos mucho de sexo y de sus cosas, pero no que lo practiquemos. El 90% de lo que dice un español es insulto o es sexual. El otro 10% es sobre la crisis o sobre Mourinho, con lo que acabará por ser insulto más temprano que tarde.

Estos dos grupos de palabras, los insultos y las sexuales, se unen en este punto: como practicamos poco sexo, insultamos mucho. Un poquito más de sexo equivaldría a eliminar del diccionario miles de insultos. Sería un gusto para la población, pero una tragedia para los señores de la RAE que tanto tiempo pasan en los bares recabando información y palabras. Además sería una tragedia para los filólogos, porque sus bíceps menguarían aún más. El único esfuerzo que hacen es el de levantar el diccionario, y si le quitamos la mitad de las palabras, ya no harán ningún esfuerzo.

El ecosistema verbal español se resentiría y no sabríamos como insultar cuando llegara el caso. Eso sería dramático, un español que no sabe insultar es un bicho raro, en el caso de que exista, porque yo hasta ahora no he conocido a ninguno.

No quiero que se acaben los insultos en este país, porque es lo único en lo que tenemos superávit, pero sí me gustaría que hubiera más sexo. Con lo cual me hallo en una paradoja de la que no sé salir. Voy a insultarme a mí mismo un rato a ver si con eso me calmo y encuentro una solución viable.



1 comentario:

Anónimo dijo...

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