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domingo, mayo 06, 2012

PAGAR

Cuando era joven, Miguel se enamoró de una mujer. Perdió casi diez años de su vida en amarla. Sin ningún sentido ni oportunidad. Mientras lo hacía, bloqueó todos sus sentimientos, sus sensaciones y sus deseos. Mientras la amaba no fue capaz de acostarse con otra mujer. Le guardó, pues, una fidelidad estúpida e inútil, ya que ella nunca lo supo, ni él se la debía por ningún motivo.
Miguel ni siquiera intentó acostarse con otras. Simplemente no podía pensar en que eso era posible. Y no lo hizo. Sabía que las mujeres eran hermosas. Se masturbaba pensando en alguna de ellas. Pero no pensaba en acostarse realmente con ellas. Y no lo hizo. No se acostó con ninguna mujer.
Después sí. Se acostó con mujeres. Con algunas mujeres. Pagaba a esas mujeres. Era la mejor forma de no tener problemas de moral por no quererlas, no llamarlas, no preocuparse en escucharlas. No querer saber nada de ellas. Por eso prefería pagar por sexo.
La primera vez le costó mucho hacerlo. Era inexperto. Y estaba nervioso. Y sentía que estaba incumpliendo todas las leyes morales que conocía. No estaba en contra de la prostitución. Le parecía útil. Y necesaria. Y mejor de lo que se decía en los libros. Pero su moral no estaba muy de acuerdo con ello.
Pero en esa lucha entre su moral y su deseo, ganó el deseo. Y pagar por ello le parecía mejor, moralmente, que no hacerlo.






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