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lunes, mayo 30, 2011

ESCÁNDALO

La gente se queja y se indigna por cualquier cosa. De hecho ha sido el uso de determinadas palabras la que se ha cargado parte de la realidad tal y como la conocíamos. Exigimos. Indignados. Y toda esa retórica vacía que hay que usar en determinados momentos, marcadas casi por un protocolo que todos desconocemos y que han hecho que en realidad estén vacías. Se sabe que indignado es más que cabreado y en una ola de desmesurado engrandecimiento de la realidad, usamos esa palabra ante cualquier circunstancia. Un alumno se mostró una vez indignado porque su profesor le bajó 0,1 puntos en su examen de lengua. Había escrito “bervo”.
Pero la realidad esconde otras cosas por las que sí habrá que protestar, indignarse, montar un pollo tremendo y pedir dimisiones. La modificación de la cotidianeidad es lo peor que puede suceder. Porque cambia nuestra vida. Que cambien los canales de la Tdt por ejemplo. O más grave todavía, que cierren las tiendas a las que vamos. ¿Dónde me compró ahora el perchero? ¿Y las chorradas que eran tan adictivas y tan divertidas? ¿Dónde encontraré un cerdo volador? Exijo, como indignado que estoy, la dimisión del presidente. Por esto sí que debería dimitir.



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