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domingo, marzo 14, 2010

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En ocasiones no hago otra cosa que dejarme llevar. Caminar sin prisa por todas partes. Dando vueltas a las ideas y los caminos y los edificios. Edificios altos o pequeños, calles cuyos nombres salen al encuentro y no dejan de sorprenderne. Estanque. ¿Habría allí un estanque? ¿En ese lugar tan incierto? ¿Lleno de edificios por todas partes, calles estrechas que siempre han estado allí? No sé qué es lo que me lleva. Y no dónde. Sólo decido donde giro al ver una calle. A la derecha o a la izquierda. Los días son así. Giro a la derecha y tal vez encuentre algo que seguir. Tu figura delante de mí. Giro a la izquierda y no hay nada. Y sigo caminando. Porque no hay más qué hacer. Se vuelve la vida estable en su caos. En su imposible definición, en su imposible predicción. Giramos a un lado o a otro. Qué importa. Qué cambia. Nada parece cambiar el girar a la derecha o a la izquierda. Pero seguramente el azar que me hace girar a un lado o a otro configurará mi vida de una u otra manera. Podré encontrarte al girar una esquina. O encontrar a otra. Nunca se sabe.


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