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domingo, febrero 21, 2010

NADA (FIN)

El pelo negro, más negro que nunca, de Laura está revuelto. El viento sopla fuerte fuera y su melena corta, estilizando su cuello, remarcando su cuello, está desordenada. Sus ojos tan grandes y expresivos están un poco rojos, no por la pena, por haber llorado o haber sentido que iban a llorar, es porque el aire le ha dado en la cara un rato.

Laura está satisfecha de sí misma. Sube arriba. Se quita la ropa, se pone la cómoda, la de estar en casa. Se mira en el espejo. Está sonriente. Despejada. Libre. Quiere ver a Rubén. Pero Rubén no está. No ha dejado nota. Sus zapatillas de correr están ahí, donde él las dejó. Se sienta Laura a esperarle.

Pero Rubén no se ha marchado. Está en el desván. Otra vez moviendo y buscando y leyendo viejos papeles. Mirando viejas fotos. La foto de María. Desgastada. Las cartas que no envío a María. Los poemas que sí le enseñó. Los poemas. Ahí está Rubén. Lee los poemas que le escribió a María y los compara con los que no ha podido escribirle a Laura. Y sigue sin saber el porqué. Cuál es la razón que se lo impide. Cierra los ojos y piensa en Laura. Puede verla completa. Sus ojos grandes. Su pelo negro. Sus curvas. Puede recordarla en todos los momentos del día. De la vida. Puede ir al día de la boda. Al segundo beso (el primero no fue bueno). Puede verla mirándole fijamente y escuchándole. Puede verla hace unos meses cuando no le miraba y no estaba nunca.

No puede ver el poema que habría de escribirla. Y eso ya no le preocupa. Porque cierra los ojos y no ve a María. Ve representaciones de María. Falsas imágenes de María. La literatura de María. Y ve lo que amaba de María. Que podía escribirla poemas. Que podía mirarla y no tocarla. Que no quería lo que había en ella, ni lo que se intuía en ella. Que quería otra cosa en ella. Su capacidad para hacerle fantasear.

Eso lo hace también Laura. Pero no son fantasías preciosistas, perfectas. Son fantasías reales. Y se alegra Rubén de no poder hacer el poema de Laura. Porque puede tener la vida de Laura. En el cuaderno en blanco que compró, preparado para escribir los poemas de Laura anota Rubén una cosa. Guarda después todas las cosas y busca el teléfono para llamarla. Y el teléfono de Laura suena a su espalda. Y Laura dice:

  • ¿Qué haces? Llevo un rato buscándote. Esperándote.

  • Estaba mirando unos papeles viejos.

    Y Laura se ríe una vez más de él. Porque sabe lo que estaba haciendo. Y le busca y le besa. Y Rubén no piensa en los poemas. Ni en el beso de Laura. Ni siquiera en la frase que ha escrito en el cuaderno, la primera y la única que tendrá ese cuaderno. Todos los amores empiezan y terminan, los de verdad vuelven otra vez a empezar.

    No lo piensa ahora Rubén. Después de mucho tiempo, no piensa nada.

    Torrejón de la Calzada, 1 de Agosto de 2009, 21 de Febrero de 2010.

    Para Ana Mª Martín Labrado. Casi única lectora.


2 comentarios:

enrique garcía dijo...

Las he estado siguiendo todas, tío. Muy bien. ¿Seguirán?

Rubén dijo...

Pues no seguirán, con esto he terminado la serie.
Pero pronto empezaré otra.
Muchas gracias, tío.