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domingo, septiembre 06, 2009

EN LA CAFETERÍA

Laura y Ana están sentadas en la cafetería donde hacen los descansos. Toman café. Ana toma también una tostada. Laura no toma nada. Guarda una pieza de fruta en un cajón para tomar después. Remueven el café al unísono. Ana habla de su vida. Cuenta lo que le pasó el día anterior. Un hombre. Quedaron. Tomaron algo. Lo normal. Después le despidió. Aunque se arrepiente hoy de haberse acostado con él. No importa, piensa Laura, si lo hubieras hecho hoy te arrepentirías de haberlo hecho.
Ana no es demasiado buena escuchando ni observando a los demás. Es egocéntrica. Las conversaciones con ellas son a veces complicadas. Porque sólo se escucha a sí misma y quiere colocarte lo que quiere decir sin más, sin que tú puedas hablar. También es cómodo. Porque puedes hacer como que la escuchas y estar a lo tuyo.
Laura no está volviendo la vista. Mira a Ana, centra en ella más la mirada, pero el resto de su atención está a lo otro. Sabe que hay una mirada tras ella. Hace mucho que la siente. Y le reconforta seguir sintiéndola. Al principio no le gustaba. Le molestaba. Pero ahora ha hecho que se vuelva a sentir atractiva. Puede incluso que haya tenido que ver con sus cambios.
Ana, por supuesto, no se ha dado cuenta de nada. Sigue contando que aquel hombre la trató muy bien, que lo pagó todo, que fue caballeroso, servicial, atento, divertido. Ana saca el móvil y le manda un mensaje. Es pronto va diciendo. Pero bueno. Laura se yergue un poco en el asiento, saca de sus hombros más rectitud. Busca estilizarse.
Pero no mira, siquiera de reojo a quien la mira. Ni se atusa el pelo. ¿Sabe quién la está mirando? Probablemente sí lo sabe. Laura mira a Ana. Por un momento siente la tentación de decirle algo, de pedirle que mire si realmente esa mirada está clavada en ella tal y como lo nota. Pero no lo hace. Está segura de que la miran. Todos sabemos que nos miran, que tenemos una mirada fija en nosotros.
Laura no piensa en Rubén, no recuerda las miradas fijas y tristes que le dirigía cuando aún no se conocían, cuando no sabía cómo acercarse, cómo llamar su atención. Piensa en que lo está haciendo bien, porque esa mirada sigue ahí y lleva ya algún tiempo. Y está muy contenta de que esté ahí, de que sea, de que exista.
Cuando salen Laura puede ver que tenía razón que había una mirada fija en ella y que era la que ella creía, la que se sabía, la que esperaba. Y piensa, bien, lo estoy haciendo bien.




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