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domingo, marzo 29, 2009

BREVE HISTORIA DEL CORAZÓN, siete

Su corazón latía deprisa. Estaba nervioso. Y excitado. La muerte le había dado ganas de vivir. Encima de su amante, penetrando a su amante, revivía la imagen de los coches a punto de chocar, de los coches milagrosamente pasando, cruzándose, ilesos. No se concentraba. Y aceleraba el ritmo, con rabia. Debajo ella gemía, no sabía por qué, pero hoy el sexo era mejor. Por un momento al conductor se le aparecieron los cadáveres fríos de los otros conductores. Sus corazones parados. Sus corazones acabados y fríos, inútiles.
Trabajar en una inmobiliaria era aburrido. El papeleo. La venta. El palique continúo. Aguantar historias de la gente. La parte buena era poder mentir. Inventar historias y gentes e introducirlas en la realidad para conseguir que los clientes picaran. Le gustaba mentir, la sensación placentera de cuando le creían.
Mentir a su chica no le gustaba, se sentía culpable. Y lo hacía muy mal. Pero ella no se daba cuenta. Podía mentir a todo el mundo, incluso a su madre, pero a su chica no, a ella no. La miraba a los ojos tratando de decirla, no, no es cierto, ya no te quiero, pero no podía, la quería, claro que la quería. Y aunque quisiera dejarla por eso mismo, porque la quería, no podía, no era capaz de mentirla.
Su corazón no era el mismo desde que estaba con ella. Lo sabía, lo intuía. Algo no iba bien dentro de él. Estaba muy contento cuando estaba con ella. Pero el resto de horas le estorbaban. Pasaban lentas. Ansiosas. Y el corazón le latía rápido, diciéndole al resto del cuerpo que fuera rápido, que la buscara y la poseyera.
Y le hacía olvidar su trabajo y sus mentiras, su corazón le hacía perder cosas amadas, cambiándolas por la más amada de todas. Pero no podía ser así, tenía que dejarla, mentirla, o decirle la verdad. Te quiero tanto que no puedo estar a tu lado, contigo, que la única forma de que no me duela, de poder vivir es dejarte y seguirte queriendo de lejos, mientras quieres a otro, mientras finjo con otra.
Y esa verdad, porque era la verdad, lo que sabía que debía hacer para poder seguir viviendo su vida placentera, sonaba mucho más falsa que todas las mentiras que inventaba al día, que el resto de mentiras que les contaba a su jefe, a su madre, a la secretaria, guapa, inmensamente guapa, del despacho. La guapa secretaria a la que sus mentiras estuvieron a punto de hacerla caer en su cama.
Decidió mentirla. O improvisar cuando la tuviera cerca. Decidió tomar una decisión, hacer algo, solucionarlo o romperlo del todo, algo se le ocurriría, algo pasaría. Algo. Algo.
La amante del conductor, del camionero, casi corría por la calle. Llegaba tarde a su cita. Aquel hombre con el que se acostaba por razones que no recordaba, y por compensaciones materiales, la había entretenido mucho y ahora tenía que correr, que darse prisa porque el otro hombre, el hombre al que quería, se cansaría de esperar de un momento a otro.

Se alquila, se vende, se compra, se miente

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