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martes, febrero 17, 2009

HACER REÍR

Rubén tenía cierto complejo de humorista. No era un humorista. Pero tenía complejo de serlo. Porque hacía reír. Porque le gustaba hacer reír. Porque hacer estallar una risa era muy importante.
Pero no siempre hacía reír. No siempre podía hacerlo. Y muchos querían verle hacerlo, querían verle hacer reír, querían que les hiciese reír.
A veces no podía, otras no quería. He ahí su complejo de humorista. Siempre todos los humoristas se quejan de que les pidan ser siempre graciosos, siempre la alegría de la fiesta, también a él se lo pedían. Pero siempre era el más triste, el que mira y no dice ni hace nada, sólo ve.
Ese es el poder de los humoristas, ver más allá que los demás. Y con esa verdad hacer reír. Rubén no tenía ese poder. Por eso no era humorista. Pero tampoco podía siempre estar haciendo reír, no quería. Quería si era preciso fallar, y no hacer reír. O hacer cosquillas. O ser desagradable.
Y aunque la mayoría pensara que era un triste, que no hacía reír porque no podía, que el peso del mundo podía con él, él era feliz si hacía reír a los que quería hacer reír.

Groucho y su pose favorita

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