Publicidad

sábado, octubre 11, 2008

EPITALAMIO

Para Félix y su próxima esposa.
Tumbada sobre la cama, vestidos aún con sus bonitos trajes de boda, la pareja miraba el techo y tal vez fumaba y pensaba en todo aquello que se juntaba en ese momento en esa cama, pensaban cada uno por separado, en el largo día que habían pasado, en el largo trecho recorrido para estar ahora en esa cama tumbados juntos y vestidos de boda.
Pensaban en el primer vistazo que se echaron, en lo mal que ella le cayó a él al principio, en las primeras conversaciones, en el tonteo, en el qué guapa estás hoy, qué gracioso eres, en los toqueteos sugerentes, en la mirada esa que les dijo: ahora, este es el momento.
Y pensaban en el amor, en como se dieron cuenta de que estaban enamorados. Él se dio cuenta cuando al fin le encontró un defecto y la odió días por él. Y luego ya no la odió. Y le gustaba ese defecto más que cualquier otra cosa de ella, de su cuerpo o su carácter. Ella pensaba en que se dio cuenta al tercer día de que esta noche, los dos vestidos de boda, llegaría un día.
Y pensaban en el día que habían vivido, en la parafernalia del vestido, en la sensación de ir un poco disfrazados, un poco siendo ellos unos actores que no se estaban casando sino representando una función ante el concejal y sus padres. Pensando en las flores, en el fotógrafo que gracias a Dios era amigo, en el coche, en lo borracho que iba su hermano, en lo pesado que se había puesto su padre y en otras fotografías de la boda que ahora les iban pasando por la cabeza una a una.
Les quedaba ahora el último paso. Era la noche de bodas. Bien que sin misterio. Hace mucho que habían recorrido ese camino. Ya no tenían secretos el uno para el otro. Pero una especie de sensación extraña, de presión por tener que hacer algo distinto, mejor, por ser el día que era pesaba en ambos. Él estuvo tentado de apagar la luz y dormir. Ella se levantó y se desnudó.
No sabían bien cómo empezar. Era como una nueva primera vez, como si en realidad se recorrieran por primera vez y temían que todo a partir de ahora fuera así, que todo les saliera torpe y un poco sintético y demasiado individual porque ahora eran dos, aunque lo fueran desde hace tanto, compartieran casa y vida desde hace tanto, ahora eran más dos, porque un papel simple lo decía y lo diría siempre, o hasta que ellos lo quisieran.
Y esa primera vez, esa torpeza les iba cogiendo, les iba atrapando hasta que al fin él hizo el chiste de su vida, el más gracioso de todos, el que ella más rió de todos cuantos hizo. Se puso de rodillas y le pidió la mano, porque no lo había hecho así antes. Y se hicieron tanta gracia representando este tonto papel que al fin se reconocieron en la risa y la primera vez y el pasado y el futuro desaparecieron y sólo quedó lo que siempre había estado allí: un hombre y una mujer que se amaban.


Epitalamio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muchas gracias, Rubén, por dedicarnos este fantástico texto. Sin conocer bien nuestra relación has dado en el blanco. Te ha funcionado la intuición.
Lo que sucede es que Alicia se ha quedado un poco extrañada por la dedicatoria, ya que lo de "su próxima esposa" me ha puesto bajo sospecha. Parece, por tus palabras, que ya he estado casado antes y ahora piensa que le he ocultado algo de mi vida anterior. Que no, hombre, que es broma. Entendemos que has querido decir "Para Félix y la que pronto será su esposa". Un fuerte abrazo.